Cómo Martín Lutero no revolucionó solo la religión, sino que creó la música de protesta
Andrea Valentino
BBC Culture
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Todo el año 2017 está marcado por homenajes a Martín Lutero, a 500 años de su Reforma Protestante.
Decenas de nuevos libros sobre su obra han sido publicados y numerosas exposiciones se han inaugurado para recordarlo. Incluso la compañía de juguetes Playmobil lanzó una figurita a su imagen y semejanza.
Nada de eso nos debe sorprender. Al ponerse en contra de muchas de las más importantes enseñanzas de la Iglesia Católica y publicar una traducción completa de la Biblia al alemán, Martín Lutero impulsó a Europa hacia el mundo moderno.
Sin embargo, aunque su legado político y religioso todavía sigue moldeando al continente, su contribución a la música es menos conocida.
De hecho, la música fue crucial para su ideología e influyó a cantantes radicales mucho tiempo después de su muerte.
Antes de 1517, la Iglesia Católica controlaba la mayor parte de la música religiosa en Europa.
La participación laica era mínima. En las iglesias, la mayoría de la gente escuchaba cantos llanos, interpretados en latín por un coro.
Las obras de teatro que describían historias bíblicas introdujeron la religión al pueblo en sus propios idiomas, pero la música vernácula raramente cruzó la puerta de la iglesia.
Lutero rompió esas estrictas divisiones y transformó la vida musical cristiana que, para él, no era solo para sacerdotes y coros distantes, sino que estaba "al lado de la teología" y era "un regalo de Dios".
Y, como tal, debería ser accesible a todo el mundo. "Al embellecer y ornamentar sus melodías de forma magnífica, los cantantes pueden conducir a los demás hacia una danza celestial", dijo.
El canto en latín fue sustituido por el alemán cotidiano y ese estilo se convirtió en una parte clave de la identidad de sus seguidores.
"Su uso de los himnos alemanes fue una importante señal de cambio", explica Andreas Loewe, decano de la Catedral de San Pablo en Melbourne, Australia, y experto sobre Lutero.
"Era algo tan obvio como tener sacerdotes casados o poder recibir, siendo laico, una copa de vino en la Santa Comunión".
Y Lutero no solo promocionaba la música por razones abstractas de fe, sino que entendió su poder para difundir el mensaje.
Agregó letras religiosas a canciones tradicionales reconocibles, tal como sucedió en el siglo XX con We Shall Overcome ("Venceremos"), un tema de origen góspel, convertido en himno del Movimiento de los derechos civiles en EE.UU.
Esa iniciativa fue especialmente útil en una época de ignorancia, pues incluso las personas analfabetas -cerca del 85% de la población alemana en 1500- podían aprenderse canciones y transmitirlas rápidamente.
Lutero se encargó personalmente de impulsar esos cambios, buscando que los niños aprendieran música en los colegios y trabajando con otros reformistas para producir himnarios protestantes.
También escribió letras que "imitaban la forma de hablar de la gente", dice Loewe. El reformista declaró que tanto la música como las letras deberían "nacer de la verdadera lengua materna"."
Ein Feste Burg ("Castillo fuerte") es típica de su impactante simplicidad:
Castillo fuerte es nuestro Dios,
defensa y buen escudo.
Canciones como esa endurecieron los corazones de Lutero y sus amigos, quienes probablemente la cantaron en la Dieta de Worms (asamblea de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico), cuando Lutero fue interrogado por Carlos V, entonces emperador del Imperio.
Es algo que tiene sorprendentes paralelos con movimientos de protesta más modernos.
Como cuando, ante las reacciones violentas, los manifestantes en contra de la Guerra de Vietnam entonaron Give Peace A Chance ("Dale una oportunidad a la paz").
O en el caso de los activistas en contra del Apartheid que cantaron Soweto Blues después de una masacre racista en Sudáfrica.
La música de Lutero siguió siendo popular después de su muerte.
Nada de eso nos debe sorprender. Al ponerse en contra de muchas de las más importantes enseñanzas de la Iglesia Católica y publicar una traducción completa de la Biblia al alemán, Martín Lutero impulsó a Europa hacia el mundo moderno.
Sin embargo, aunque su legado político y religioso todavía sigue moldeando al continente, su contribución a la música es menos conocida.
De hecho, la música fue crucial para su ideología e influyó a cantantes radicales mucho tiempo después de su muerte.
La ruptura de un monopolio
Antes de 1517, la Iglesia Católica controlaba la mayor parte de la música religiosa en Europa.
La participación laica era mínima. En las iglesias, la mayoría de la gente escuchaba cantos llanos, interpretados en latín por un coro.
Las obras de teatro que describían historias bíblicas introdujeron la religión al pueblo en sus propios idiomas, pero la música vernácula raramente cruzó la puerta de la iglesia.
Lutero rompió esas estrictas divisiones y transformó la vida musical cristiana que, para él, no era solo para sacerdotes y coros distantes, sino que estaba "al lado de la teología" y era "un regalo de Dios".
Y, como tal, debería ser accesible a todo el mundo. "Al embellecer y ornamentar sus melodías de forma magnífica, los cantantes pueden conducir a los demás hacia una danza celestial", dijo.
El canto en latín fue sustituido por el alemán cotidiano y ese estilo se convirtió en una parte clave de la identidad de sus seguidores.
"Su uso de los himnos alemanes fue una importante señal de cambio", explica Andreas Loewe, decano de la Catedral de San Pablo en Melbourne, Australia, y experto sobre Lutero.
"Era algo tan obvio como tener sacerdotes casados o poder recibir, siendo laico, una copa de vino en la Santa Comunión".
Y Lutero no solo promocionaba la música por razones abstractas de fe, sino que entendió su poder para difundir el mensaje.
Agregó letras religiosas a canciones tradicionales reconocibles, tal como sucedió en el siglo XX con We Shall Overcome ("Venceremos"), un tema de origen góspel, convertido en himno del Movimiento de los derechos civiles en EE.UU.
Esa iniciativa fue especialmente útil en una época de ignorancia, pues incluso las personas analfabetas -cerca del 85% de la población alemana en 1500- podían aprenderse canciones y transmitirlas rápidamente.
Música como mensaje
Lutero se encargó personalmente de impulsar esos cambios, buscando que los niños aprendieran música en los colegios y trabajando con otros reformistas para producir himnarios protestantes.
También escribió letras que "imitaban la forma de hablar de la gente", dice Loewe. El reformista declaró que tanto la música como las letras deberían "nacer de la verdadera lengua materna"."
Ein Feste Burg ("Castillo fuerte") es típica de su impactante simplicidad:
Castillo fuerte es nuestro Dios,
defensa y buen escudo.
Canciones como esa endurecieron los corazones de Lutero y sus amigos, quienes probablemente la cantaron en la Dieta de Worms (asamblea de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico), cuando Lutero fue interrogado por Carlos V, entonces emperador del Imperio.
¿Música de protesta?
Es algo que tiene sorprendentes paralelos con movimientos de protesta más modernos.
Como cuando, ante las reacciones violentas, los manifestantes en contra de la Guerra de Vietnam entonaron Give Peace A Chance ("Dale una oportunidad a la paz").
O en el caso de los activistas en contra del Apartheid que cantaron Soweto Blues después de una masacre racista en Sudáfrica.
Pero aunque reconfortante para sus seguidores, los himnos de Lutero también atrajeron nuevos conversos.
La nueva música se propagaba de ciudad en ciudad antes de que las autoridades católicas pudieran silenciarla.
Y, como en otros aspectos de la Reforma, la imprenta fue clave.
"Los himnos de Lutero se vendían como panfletos y eran enseñados a ciudades enteras por cantantes itinerantes", apunta Loewe.
A veces los himnos trabajaban más rápido que él. En Magdeburgo la entonación colectiva de sus cantos logró convertir a la ciudad antes de la llegada del teólogo.
Pronto los himnos luteranos salieron de su bastión en Sajonia, pasando a ser cantados en zonas católicas y traducidos al inglés.
Todo eso tiene mucho en común con la música moderna de protesta.
Todo eso Al igual que el himno socialista, "La Internacional", se volvió famoso desde Madrid hasta Moscú, los himnos luteranos resonaron por toda Europa en solidaridad con aliados desconocidos.
Versiones y adaptaciones
La música de Lutero siguió siendo popular después de su muerte.
Y, posteriormente, compositores protestantes también versionaron sus himnos.
Johann Sebastian Bach extendió Ein Feste Burg hasta convertirlo en una magnífica cantata de 30 minutos, mientras que Felix Mendelssohn lo agregó a su Sinfonía Nº 5, conocida apropiadamente como "de la Reforma".
Para el escritor del romanticismo alemán, Heinrich Heine, Ein Feste Burg fue nada menos que la "Marsellesa de la Reforma" que "ha mantenido hasta hoy en día su fuerza inspiradora".
Y como la verdadera Marsellesa, la música de Lutero ha demostrado ser infinitamente flexible.
Al igual que los monarquistas franceses y los socialistas franceses adoptaron ese himno revolucionario para sus propias causas, himnos como Ein Feste Burgsedesviaron de sus orígenes religiosos.
Richard Wagner recordó la canción en una pieza que celebraba la victoria prusiana contra Francia en 1871.
Más tarde los nazis justificaron el terror, haciendo un mal uso de la referencia bíblica de Lutero al "antiguo enemigo malvado".
Sin embargo, la música luterana nunca perdió su fuerza radical.
Durante la revolución de 1848, los liberales cantaron una nueva versión de Ein Feste Burg para promocionar la "libertad" y la "verdad".
En la década de 1880, los socialdemócratas alemanes reescribieron el mismo himno para incluir referencias a los derechos humanos.
Y un siglo más tarde, los opositores a la construcción de una nueva planta de desechos nucleares utilizaron Ein Feste Burg para atacar a la "policía armada".
"Al igual que el reformista tomó melodías conmovedoras componiéndoles nuevas palabras, muchos movimientos de protesta usaron sus canciones para promocionar otras ideas diferentes", señala Loewe.
Sin embargo, si bien Martín Lutero ayudó a impulsar la música de protesta moderna, aun provoca momentos de contemplación privada.
"No paso un solo día sin escuchar algún coral luterano", señala Martin E. Marty, un erudito religioso.
Y Andreas Loewe concuerda.
"Me gusta mucho cantar", dice.
"Ya sea como parte de nuestros rezos en la Catedral de San Pablo o con amigos, o participando en el Coro de la Orquesta Sinfónica de Melbourne, comparto la creencia de Lutero de que la música es 'un bello e invaluable regalo de Dios'".
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